Dentro de la cabeza del pequeño debía haber cientos de preguntas que ansiaban pronta respuesta. Pero, quieto en su silla, aguardaba una señal que le indicara que aquel era el momento para lanzar una. Sólo una. La debía escoger como se escoge la fruta en el mercado, aquella que tiene buen aspecto pero que, priorizando el momento de su consumo, debía escogerse entre más o menos madura, más verde o más roja, más tersa o más blanda.
Su pierna derecha botaba en el suelo fruto del nerviosismo. El discurso del profesor iba llegando a su fin y la orden de levantar la mano para pedir la palabra ya estaba dada en su cerebro. La única instrucción que impedía que lo hiciera, era precisamente la que le decía en casi un susurro: "Aguanta, aún no es tu turno".
Y llegaron las palabras del apuesto maestro.
-¿Alguna pregunta?
(¿Alguna?- Pensó el chaval- Tengo decenas, cientos... Pero solo una quiero saber en este preciso momento...)
- ¿Nadie?- Volvió a entonar mientras inclinaba hacia delante la cabeza y miraba por encima de las monturas Pull & Bear azul eléctrico.
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Orden fuera, levantó la mano:
- ¿Puedo ir al baño?
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