En un mundo multicolor como el que nos rodea, un parestésico en sentidos debería sentirse abrumado ante tal cantidad de tonalidades de azul mar y azul cielo, de verde vegetal y verde escupitajo. El que planta un arbol y el que escupe en la acera está pintando el mundo (el que escupe además debería empezar con Amoxicilina-clavulánico cada ocho horas). Esto es así, por asqueroso que parezca.
Como todo, son opciones, caminos, finalidades. Todo nos lleva a algo. Incluso el no hacer nada nos lleva al paso del tiempo, que es algo.
No puedo dormir. Me he despertado en mitad de la noche con los ojos como platos y he decidido venirme al sofá. Me siento ante la pantalla del ordenador y las letras salen una a una, solas, sin motivo aparente y con el sentido que mi cabeza quiera darles. No borro, casi nunca lo hago, aunque no voy a mentir: rectifico una vez he terminado el texto para darle un poco más de fuerza y notoriedad a determinadas frases (soy muy muy melodramática), añadiendo partes, comas y puntos. Como si fueran sentencias. Muchas veces sentencio.
No hacer nada nos lleva a la nada. Eso que muchos "ninis" están dispuestos a aguantar (no me creo que no haya más opciones). Yo no podría. Soy culo inquieto. Por eso no me quedaré impasible ante lo que me venga este verano de 2013. Trece. El número maldito para los supersticiosos… pero a los 13 años me dieron mi primer beso. Para mi recuerdo, es un número mágico. Vaso lleno o vacío. Todo cambia según tu propio prisma. Esa es la clave.
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